28 de noviembre de 2009

Mallo la Mora

Foto de Donato Molina

Cielos grises, atardeceres oscuros, teñidos de invierno.
Conversación animada junto a Donato (el hombre placenta), que de nuevo me ha ofrecido (y yo aceptado encantada) una jornada de cuerdas, arneses y gatos, y también de risas, voces y satisfacciones compartidas.

Se reducen las jornadas de escalada, en horas y en días…llega la nieve, que se aposenta sobre la roca, como ese amigo simpático que aparece de repente, haciéndose dueño de la conversación y ganándose en dos días la simpatía de quien tú llevas meses para conseguir decirle un “hola”. Así es la nieve, que viene y lo tapa todo, que ilumina las montañas cegándonos con tanta luz, las moldea a su gusto, les roba las formas…Y nosotros nos dejamos engañar.

Pero la nieve no ha llegado todavía, y las nubes nos han dado una pequeña tregua, para que disfrutemos de la escalada sin fríos heladores, ni cierzo roba-calorías, ni nieblas entumecedoras…

Desde que hiciéramos la Cresta de Embid, en compañía de los almeces, no había vuelto a escalar con Donato. En aquella ocasión nos hizo mucho frío por la mañana, pero luego salió el solete, dejando una mañana templada, acogedora, que se nos escurrió, largo tras largo, como la arena de un reloj roto.

Ayer andaba ilusionada…MALLO LA MORA…qué ganas!!!! Cuerda, arnés, cintas, gatos…ya la emoción habita todo, miro la mochila y parece que tenga vida, y que me haga un guiño cada vez que paso por delante de ella. Esta mañana me levanto sin un atisbo de pereza. Recogemos a Javier Galindo en Huesca, durante el viaje hasta allí hablamos de todo, y el viaje se hace corto… Llegamos a pie de vía algo acalorados gracias a la aproximación (menos mal). Vamos haciendo largos sin prisa pero sin pausa, y en el séptimo largo Donato me cede el turno. Es un largo muy facilito, pero de repente la roca no me sujeta, sino que se viene conmigo hasta posarse sobre mi pierna. Es como una sandía. Miro y la última chapa está bajo mis pies. No hay repisas donde depositar la piedra, y una mano la necesito para sujetarme. Al final la piedra va hacia abajo, hacia mis dos compañeros, en caída libre. Se va rompiendo por el camino, y dos de los trozos rebotan sobre el casco de Donato. Yo debo haberme quedado como el papel de fumar, haciendo honor a mi nombre. Un pequeño susto en la placidez de un día…de un día de escalada!

Gracias compañeros!