12 de julio de 2010

JUGANDO A CLARABIDES


Ayer, once de julio, día en que en España sólo cabía la final del Mundial de fútbol, a nosotros se nos ocurrió afrontar un reto muy exigente y ambicioso, y nuestra inocencia nos llevó a pensar que estaríamos pronto en el coche...
El sábado quedamos a las 9 de la noche en el aparcamiento de Estós, para subir al refugio y llegar directamente a dormir. Hicimos el recorrido muy ligeros, y enseguida nos plantamos en el refugio, no demasiado tarde. En la habitación hacía un calor sofocante ¿pero cómo puede hacer tanto calor? Pensé que no conseguiría dormir en toda la noche, y encima tenía los tapones en el coche (¿a quién se le ocurre ir a un refugio sin tapones?). A las 6 nos daban el desayuno, y al bajar a las taquillas, oí una voz familiar: ¿Elena? ¡Elenaaaa! Hala, qué fuerte! Justo ayer me encontré con mi compañera de piso de Valencia, que estaba en Zaragoza el fin de semana, y me contó que el año pasado se encontró a Elena en el Pirineo. Y mira por dónde, aquí está de nuevo! Qué ilusión!
Primera pantalla: el barranco. Salimos algo despistados del refugio, y nos toca volver un poco y coger ya el sendero bueno. Cogemos buena marcha, aunque por las mañanas siempre cuesta arrancar...El día es luminoso y despejado. Llegamos al ibón inferior de Gias en un momento, y luego al superior. Estamos animados, y nos fijamos en la cantidad de nieve que hay todavía. Este año ha sido excepcional. Pero para las salidas veraniegas, las nieves remanentes son un poco traicioneras, poco consistentes y huecas por abajo, con partes heladas...poco fiables.
Segunda pantalla, los tresmiles. Hacemos nuestro primer tresmil, el Gias, como si nada, y los Clarabides son un pequeño paseo. Nos hemos entretenido tanto que decidimos obviar los dos tresmiles de la parte francesa, para continuar por la cresta hacia las dos agujas previas al Gourgs Blancs. Al principio la cresta era todo diversión, trepando por roca buenísima, siguiendo mojones....pero las nubes acechaban, y el horario también.
Tercera pantalla: embarcada. Llegamos a un destrepe muy cerca ya de la cima del Gourgs Blancs, y al vernos ya algo cansados (agotados decían algunos) enfrié mi cabeza sedienta de monte y pensé. Pensé en lo que cuesta bajar de los sitios cuando estás cansado, cuando no hay ruta clara de bajada, y cuando la tormenta se acerca. Nos damos la vuelta. La bajada fue algo penosa, buscábamos unos mojones que aparecían de vez en cuando, pero que en vez de llevarnos hacia abajo, nos llevaban inevitablemente al oeste. Fuimos retrocediendo poco a poco, ahora destrepando, ahora cogiendo un poco de hierba...(Cuarta pantalla: la nieve) hasta llegar a una pala de nieve, que nos dejaría junto al sendero de bajada. Crampones y piolet (hasta en verano hay que ir equipado) y para abajo. La nieve carecía de consistencia, y los crampones no llegaban a clavarse. Bajábamos en media ladera, y de repente Nacho resbaló y cayó pocos metros, pero puso en práctica impecablemente la autodetención: y funcionó! Rut y yo nos quedamos quietas. Pensé que bajar de espaldas a la pendiente sería más seguro, y Rut bajaría más tranquila. Así, tras otro resbalón mío, fui trazando una escalera y los tres bajamos sin problemas hasta el sendero ya conocido.
Siguiente pantalla: la tormenta. Cogimos el sendero ya con prisas, que no llegábamos al partido! Y no paraba de tronar. Calculé que a las siete y media, trece horas después de salir del refugio, llegaríamos al coche. Truenos y más truenos, oscuridad en el valle...y llegó. Empezó a llover tímidamente, para luego coger fuerza, y caer, y caer...luego se animó a granizar, y luego a llover otra vez, luego a granizar...y por fin, a veinte minutos del coche, paró. A las ocho menos diez llegábamos a nuestros cochecitos, allí quietos, esperando. Game over.
Fue un día muy completo, aunque a mi me daba mucha pena haber embarcado a mis hermanos en semejante odisea. Pero así es la montaña, si siempre fueran risas y sol, y si todo saliera siempre bien, pues la montaña no sería montaña. De ayer salieron dos montañeros con un punto más de experiencia: en nieve, en trepadas y destrepes. En días como ayer se aprende, y se supera uno. Casi no paramos a comer, y nos bebimos tres litros de agua por persona. Una actividad de más de trece horas sin parar apenas, en la que no hubo dudas ni discusiones, en la que las decisiones se acataban sin más, no se discutían. Fuimos un grupo compacto, una piña auténtica de principio a fin. Y eso es lo que cuenta. Los seis tresmiles fueron, con mucho, lo de menos.
Llegué a casa con ganas de abrazos, de cena tranquila y pensativa. Pero a España le dio por ganar el mundial y al contagiarme un poco de la ilusión colectiva, ya no me hizo falta pensar. Ponga un poco de fútbol en su vida y deje de pensar!