1 de septiembre de 2010

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Tenemos muchas horas de luz ahora en verano, y hay que aprovecharlas.
Aún comentando la escalada triunfal de la semana pasada a Pene Sarrière, con la relajación de la cuerda por encima de nosotros y por debajo de un Miguel Ángel circense, nos volvemos al Pirineo, con el depósito de gasoil bien lleno (quedarse en reserva en Gourette a las nueve y media de la noche proporciona emociones más intensas que la afilada arista que habíamos transitado...), con un montón de amigos u dos días de “paliza” por delante.
SÁBADO: Salimos de Zaragoza rumbo a Panticosa, yo casi no sabía ni dónde íbamos, pero, qué más da. Donato nos lleva, no hay de qué preocuparse, sólo hay que disfrutar, y eso sale solo. Llevamos arnés y casco, algunos cacharros: la cosa promete. Me planteo si será la salida adecuada para mis amigos Sandra y Dani, que venían a hacer una salidita por el Pirineo, y les cascamos doce horas de pateo, 25 kilómetros y más de 1600m de desnivel. Éste iba a ser en teoría el día suave, ya que la salida del domingo sabíamos seguro que era un palizón.
Subir la pedrera era un poco tostón, echamos de menos la dulce nieve en silencio, resignados, pero Donato nos alegra un poco el pedregal: “El día que me quieras...” Se le ve pletórico, eufórico, y unos cuantos “óricos” más. Hoy está mayúsculo. La trepada a la cima y ese largo en que Donato nos pone los seguros con cariño, hacen del día un cinco estrellas, qué bien la roca en la sombra. Con este ambientillo, ya en la cima, observamos el paisaje, pero no nos encantamos mucho porque hay que bajar, y queda mucha tela por delante.
Al bajar del collado, el terreno no es nada fácil, y Donato vuelve a crear el sentimiento “placenta” pegado a Sandra, indicándole paso a paso por dónde bajar, dónde colocar el pie, investigando por dónde le va a resultar más cómodo pasar. Ahí es nada...
Me tranquiliza ver que mis amigos bajan bien, que están cansados pero se les ve contentos, eso me complace...Y en cuanto llegamos al coche y nos tomamos la cervecita de rigor, ya se nos pasan todos los males (males? Qué males?) Noche de gran luna sin más techo que la tienda, medio abierta...
DOMINGO: Edesio, Enrique y yo nos quedamos en Panticosa, dispuestos a unirnos a Marie Claude el domingo para acometer, hasta donde podamos, la cresta que va de Los Infiernos al Argualas. Los infiernos tienen poco de infernales, y me traen buenos recuerdos, avanzamos luego un poco embarcados hacia los Arnales. Trepando y charlando. La de cosas que se hablan en la montaña, la de intimidad que proporciona el espacio abierto, paradójicamente. Me fijo mucho en mis compañeros. En la soltura de Enrique, la cercanía protectora de Edesio, y la gracilidad de Marie Claude, sus piernas infinitas que se mueven por la roca como las de una bailarina en una tarima. Pasa el día y los pies arden. Pensaba que se me cansarían las piernas, pero son los pies los que se quejan: ampollas en los dedos y las plantas “socarradas” Mucha tela para dos días. La aguja de Pondiellos resulta agradable, y pasar al Garmo Negro es como mágico: si por ahí es imposible que subamos! Ah, pues...sí se puede...
Yo llego al Garmo ya cansada, y veo Algas y Argualas tan cerca pero tan lejos...nada, aquí yo ya voy para abajo, que para dos días ya está bien…Edesio y Marie Claude me siguen. Enrique decide continuar y completar: ánimo! Le sobraban fuerzas para ir, y bajar al coche poco después de nosotros. Qué maravilla, qué fuerza de voluntad y qué resistencia!
Con gente como vosotros…
Próxima estación: ALPES!!!!!

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